-Deme su bolsa, ahembrado. Y creame, no tengo costumbre de pedir las cosas dos veces.
El pobre diablo asiente, tembloroso. Saca su bolsa de su chaleco y se la extiende sin regateo. Alonso, intentando cubrir lo más posible la escena para que Pasamotne y su mastín no lo vean, vacía el contenido de la bolsa en su mano, evalúa la cantidad de dinero que hay, y aferra al hombre por la pechera, consiguiendo, en la aparente amenaza, meterle en el bolsillo todas las monedas posibles. El sorprendido villano le mira sin entender, y Alonso lo aleja antes de levantar sospechas con una patada en sus flaccidas posaderas.