Alonso saca su daga y deja que hable por sí misma. El asustado hombrecillo se apresura a sacar su bolsa de dinero, pidiendo serenidad y paciencia. El tercio, aunque atormentado, siente que su estrategia para conseguir la confianza de los rufianes ha tenido éxito, pero la fortuna le da la espalda cuando gira la esquina una cuadrilla de alguaciles y le pillan in fraganti.

-¡Alto a la Ronda!- Alonso corre maldiciendo su mala suerte, pero acaba en un callejón sin salida y es detenido sin ofrecer resistencia. Ahora sus compañeros tendrán que concentrarse en liberarlo y toda posibilidad de encontrar a Avellaneda se ha perdido por completo.

FIN