El caserón que ocupa el señor cura, anexo a la iglesia, es amplio, pero poco acogedor. El interior de la casa denota una forma de vida espartana y discreta, pero, a caballo regalado… Tras daros unos minutos para que dispongáis vuestro mínimo equipaje, el padre Darío entra sin llamar en la habitación en la que charláis con una bandeja cargada de pan, embutido y alguna fruta, y se sienta a vuestro lado haciéndoos preguntas bienintencionadas pero indiscretas de las que os cuesta zafaros.
-Si nos disculpa, padre- sabe atajar finalmente Julián-, el viaje ha sido largo y estamos derrotados.
El párroco acepta la firme pero elegante petición del madrileño sin evidenciar sentirse ofendido, y se retira deseándoos un buen descanso. Por fin, podéis planificar la jornada de mañana.
Anota IGLESIA y continúa la misión