-¡Rápido, regresen a sus casas!- insistes.

-Tranquilidad, que aquí no hay peligro- te dice uno, en un tono de ofensiva condescendencia-. Lo malo que tenía que pasar ya ha pasado.

-¡El material que sale de esos restos es muy peligroso!- advierte uno de tus compañeros.

-Caray con los forasteros, que de todo saben- se burla otro-. Claro, seguro que cosas de estas pasan en la capital día sí, dia también.

La testarudez de esta gente te empieza a sacar de tus casillas, ¿cómo convencerles de lo dramático de lo que está ocurriendo?