Le extiendes unas pesetas al niño, un tesoro a su vista.

-El señor es un hombre que se está quedando calvo, con gafas oscuras y redondas y barba. Lleva un traje negro y una medalla de una virgen. Dijo que nos esperaba en la porqueriza del tío Raimundo, en esa dirección. La que tiene una bicicleta sin ruedas en la puerta.

El chico da por suficientes sus explicaciones, agarra el dinero y se aleja a toda velocidad. Lo que habéis sacado de él os abre nuevos interrogantes en un momento en el que el tiempo os es escaso.

-¿Quién es ese hombre misterioso que tanto sabía de lo que iba a pasar en estos cielos?- se pregunta Alonso.

-Un peligro inimaginable, si no sabemos atajarlo a tiempo.- juzga Amelia. Para Julián, el escenario no es nada claro.

-¿Damos prioridad a encontrar a ese desconocido o seguimos con las bombas?- plantea a sus compañeros-. Honestamente, me preocupa más una bomba nuclear en los sembrados almerienses que un extraño que contrata niños en una pocilga.

¿Os centráis en las bombas?

¿Perseguís al desconocido?