Alonso saca la ropera con un sonido silbante y Luca salta hacia atrás y prepara su estoque. Ambos contendientes intercambian requiebros y estocadas, pero tras media docena de choque de metal contra metal una buena maniobra del andaluz desarma a su contrincante, que se encuentra con el filo de Alonso a pocos centímetros de su cara sin poco más que poder hacer que mirarle con odio. Se escucha el chasquido de una pistola de chispa al cargarse.

-Suficiente, caballero- Jerónimo de Pasamonte le apunta, y a esta distancia no parece probable que falle-. No es el tipo de compañía que queremos en nuestra campaña. Sabe dónde está la puerta y puede imaginar cómo le recibiremos si se decide a volver a entrar.

Alonso de Entrerríos pide calma con un gesto de sus manos y envaina su acero lentamente. En clara posición de desventaja abandona la casa. No tarda en encontrar a sus compañeros.

-No podemos seguir por esta línea- les dice, con vergüenza-. Pasamonte es un paranoico, está armado y acompañado de hombres de armas. Seguir por esta línea sería demasiado arriesgado para la integridad del grupo y de la Historia.

-Entonces- dice Julián-, ¿por dónde seguimos?