-Vengo a avisarte, y sé que querrás escuchar. Pasamonte no tiene intención ni reales para pagarnos. Nos jugamos el cuello por ese viejo miserable.
-¿Cómo lo sabéis?- toma interés el lindo. Alonso sabe improvisar.
-Vengo de verle. Me hacia sospechar la miseria que le rodeaba. Un par de preguntas y alguna que otra bofetada y ha cantado, el bellaco.
-Maldición- brama el otro-, pues cada uno a lo suyo, compañero, no quiero acabar apaleando salmones en galeras.
El hombre sale por la puerta y se pierde en la noche. Un problema menos.