Te ofreces voluntariamente para ser quien acceda al barco, y desoyes las protestas de tus compañeros cuando también se ofrecen a hacerlo. El barco al que intentas acceder es un viejo pesquero, de más bajo calado que el que realmente te interesa. No te costará ocultarte del marinero alcanzando tu objetivo desde la popa, pues hay multitud de cestos, redes y pertrechos de pesca entre los que esconderte. La cubierta chirría bajo tus pies, pero un puerto es un lugar ruidoso y no llamas la atención del marinero… pero sí del guardián del pesquero. Un enorme perro negro ladra estruendosamente y se abalanza sobre ti. Por fortuna, la cadena que le ata detiene su embestida a pocos centímetros de tu posición. Frustrado, el perro lanza dentelladas al aire en tu dirección y te ladra enfurecido. Tragas saliva, pensando en qué habría pasado si la cadena hubiera tenido tan solo unos eslabones más, y vuelves por donde has venido.
-¿Estás bien?- te preguntan tus compañeros. Asientes-. El escándalo que ha formado ese animal ha alertado al marinero; no creo que sea prudente que hagamos otro intento.
Coincides. Era impensable anticipar lo que iba a ocurrir, es cierto, pero es imposible no lamentarse por la valiosa información que hubierais obtenido en las entrañas de ese barco. Que este fallo no te detenga en tu misión