Has de admitir ante ti misma que muchas de las palabras que ha dicho Lola reproducen pensamientos a los que has dedicado no poco tiempo. Has trabajado para encumbrar a tiranos, has luchado por preservar el dolor y te has puesto en peligro por salvaguardar injusticias. Todo ello bajo el argumento, ya caduco, de que la Historia, Historia es.

-Si acaso doblares la vara de la justicia- te atreves por fin a citar-, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia.

-Cervantes- reconoce Lola-. Hay muchas batallas por delante, Amelia. Y esta vez no son molinos. Son gigantes.

No crees lo que estás a punto de hacer. Pero lo haces.

-Hay una serie de nombres en los que siempre he pensado- musitas, avergonzada. Te cuesta sacar fuerzas-. Deberíamos rescatarlos del olvido.

Lola Mendieta sonríe, cómplice y satisfecha.

-Dejaré que tú decidas los primeros pasos que demos. Pero estoy casi segura de que serán los que ya tenía en mente.

Sin decir nada más, abandonáis Palomares. Tienes la seguridad de que tus compañeros sabrán encauzar este hecho histórico, pero te duele imaginar qué pensarán de tu traición. Les conoces. Dudas que Julián pueda soportar este nuevo golpe y seguramente abandonará el Ministerio antes de tener la tentación de faltar a su juramento, y Alonso, el honorable y bienintencionado Alonso, seguramente se negará a creer que hayas traicionado al Ministerio y creerá siempre que has sido secuestrada. No puedes pensar en ellos, no quieres hacerlo. Tu misión ahora es otra.

Ahora que Lola y tú trabajáis juntas, en poco tiempo la Historia habrá cambiado por completo, y pasará a ser algo de lo que estar orgullosos.