Contienes la respiración al levantar la pierna para pasar sobre el vigilante, pero eres demasiado grande y le rozas al hacerlo. El marinero se despierta sobresaltado, y te hace caer al levantarse de un salto.

-¡Intruso, intruso!- grita- ¡Tenemos un intruso!

No has podido levantarte cuando oyes pasos acelerados bajando por las escaleras, y al ponerte en pie, no puedes más que alzar las manos ante las pistolas que te apuntan. Confías en que Amelia trame un plan para liberarte, pues no has cumplido tu misión y has puesto, en serio peligro, la Historia de tu país.