Mis villanos favoritos: Rebeca de Hitchcock

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Mmmm, Rebeca, la maldad. Los héroes son aburridos, unidimensionales en su perfección; los antihéroes son estupendos aunque escasos, pero, ¿y los villanos? Muchas veces superan a sus Némesis luminosas en carisma y profundidad.

Sí, es cierto, la mayoría de los villanos son megalómanos carcajeantes sin ningún interés pero los “buenos” malos, aquellos a los que nos encanta odiar, permanecen en nuestra memoria más tiempo que cualquier protagonista de aburrida moralidad.

En algunos casos los malvados se convierten en el centro de la atención de la acción, como en Hans Landa de Malditos Bastardos o el mismo Darth Vader en la Guerra de las Galaxias.

En otros casos, aunque sirven para profundizar en la historia de los auténticos protagonistas, haciendo de espejos distorsionados o reflejos oscuros que lo que podrían haber llegado a ser. Tal es el caso del Moriarty de Holmes, el Joker de Batman o el mal conseguido Shinzon para Jean Luc Picard.

Mis favoritos entre los favoritos quizá sean aquellos malvados cuya motivación no es la destrucción, la venganza o el simple deseo de poder, sino que anhelan y persiguen un objetivo que consideran (y que quizá sea) justo. Idealistas confundidos, quizá demasiado cansados como para no pensar que el fin justifica los medios. Recordar en este caso a Magneto es indispensable.

La villana con la que comenzaré esta serie de artículos es diferente, muy especial y particularmente perversa. Quizá conozcáis la película REBECA de Alfred Hitchcock .

En esta auténtica obra de arte (y en la eclipsada novela en la que se basa), una joven humilde, hermosa y tímida se casa con Max de Winter, aristócrata rico, atractivo y enviudado prematuramente. Lo que comienza como una maravillosa historia de amor se convierte en una pesadilla para la recién casada al llegar a Manderley, la mansión de su esposo, donde la impronta de la antigua señora de Winter, Rebeca, todo lo impregna hasta el punto de asfixiarla. La presencia de Rebeca es constante, en cada rincón de una mansión que parece ser suya incluso tras la muerte, y que no acoge bien a la nueva señora de Winter. Manderley se torna una cárcel con apariencia de paraíso.

Nunca vemos a Rebeca. Nunca sabemos si fue esa belleza sobrehumana de la que todos hablan, ese ángel encantador de melena morena, esa anfitriona atenta y perfecta.

Rebeca nunca llegó siquiera a conocer a esa protagonista a la que atormenta desde la tumba. Su recuerdo es su única arma, sus objetos personales conservados como en un museo, aún con su olor, listos para un regreso que nunca se producirá.

Rebeca no actúa sola. La aterradora ama de llaves, la sra. Danvers, su confidente fiel, y seguramente enamorada, no acepta a su nueva señora, y se encarga de mantener vivo el recuerdo de la fallecida Rebeca. Nadie superará a la señora de Winter, su esposo jamás podrá amar a otra y cualquiera que quiera sustituirla fracasará miserablemente.

Pero el personaje de Rebeca pasa de convertirse en una sombra molesta y agobiante a ser una villana por derecho propio. Su propio marido lo confiesa. Adultera, mezquina, manipuladora, su matrimonio fue secretamente planeado como una jugada planeada para lograr una posición social y económica inaccesible por otras vías. A su esposo le ofrece, a cambio de su connivencia, ser cara a la sociedad la esposa atenta y encantadora por el que todos la toman. Un engaño que permanece más allá de su muerte.

Allí descubrí quién era, a los cuatro días de casados. Erguida y riéndose, con su cabello flotando al viento, me contó todo respecto a ella, todo. Cosas que nunca contaré a nadie

Así lo confiesa su marido, dejando en el aire una corrupción que el espectador rellena con su imaginación, haciendo que Rebeca sea más misteriosa y despreciable. Los pecados de Rebeca, como su aspecto, nunca se descubren, sólo se intuyen.

Pérfida hasta el final, busca su propio asesinato al descubrirse enferma terminal, para morir en su esplendor, bella, joven y siempre victoriosa.

Pero incluso cuando sus maquinaciones quedan al descubierto el fantasma triunfa y de la protagonista y nueva señora de Winter nunca llegamos a saber el nombre. Porque de esta auténtica obra de arte sólo prevalece un nombre de mujer.

Rebeca.

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