Aguardáis en completo silencio. Por el pasillo oís las carreras aceleradas y las proclamas de los estudiantes, y el paso marcial de los antidisturbios. Ni unos ni otros reparan en vosotros, y salís solo cuando todo parece calmado. Julián pone los brazos en jarras y sonríe.

-Estamos en la Complutense, en el campus de Somosaguas. Anda que no pasé yo tardes aquí durante la carrera.- Sobre vosotros se escuchan gritos revolucionarios y disparos de balas de plástico.

-No es como la universidad que yo conozco- señala Amelia-. Leí sobre los alzamientos universitarios al final de la dictadura de Franco, pero no creí acabar en medio de uno de ellos.

-¿El Ministerio nos envío a mitad de una batalla campal?- protesta Julián. Alonso le mira sarcástico.

-Vos no sabéis lo que es una batalla campal.

-No es propio del Ministerio mandarnos a mitad de una revuelta estudiantil- dice Amelia-. Si alguien simplemente hubiera acudido a la hemeroteca habrían sabido que este día los antidisturbios asaltaron el campus.

-O no- razona Julián-. Las protestas de los estudiantes eran tan comunes y los deseos del régimen de mantenerlas en secreto tan grandes que la prensa o no las conocía, o no las quería conocer. Puede que muchas ni quedaran registradas en los informes policiales.

-Sea como sea, aún tenemos que encontrar a nuestro contacto y evitar que alguien evite que el hombre llegue a la Luna- interrumpe pragmáticamente Alonso-. Y creo que la mejor forma de hacerlo es salir al exterior.

-Pues estamos tres plantas por debajo de la salida- informa Julián-, y me temo que los antidisturbios están más acostumbrados que nosotros a moverse por este edificio.

-Busquemos la salida cuanto antes- ordena Amelia-. Si el altercado va a más y llegan refuerzos, tendremos problemas para explicar quiénes somos y qué hacemos aquí.

Encuentra una salida, ¡rápido!