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Mis villanos favoritos: El Holandés Errante

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La leyenda del Holandés Errante, al igual que la del Judía Errante, representa la maldición eterna, la tortura sin fin a través de una marcha sin destino ni propósito. Pero mientras el Judio Errante ha aparecido en ocasiones como una figura sabia y amable, el Holandés Errante, al tiempo Dios y Tempestad, es siempre una figura temida, fuente de malos presagios.

La historia del Holandés Errante difiere mucho en cada generación o en cada fuente que la relate, pero la estructura básica habla de un barco maldito, con una tripulación condenada por la soberbia de su capitán, que no podrá volver a puerto y que estará rodeado de la furia de los elementos en la eternidad que durará su viaje.

Willem van der Decken (uno de los nombres que se le ha dado) era un orgulloso capitán holandés, que se enfrentaba a la grandeza del océano y al propio Dios, tratándolos como iguales. La velocidad con la que realizaba sus rutas hizo incluso sospechar a los supersticiosos hombres de mar de que Van der Decken había pactado con el Diablo para convertirse en el marino más veloz. Se decía -y así ha recordado la historia- que en una de sus travesías, con su barco agitado por una de las más salvajes tormentas que se ha conocido, el capitán holandés juró que giraría el Cabo de Buena Esperanza, aunque le llevase hasta el momento del juicio final. Desatendiendo a sus tripulantes y a sus pasajeros, que le rogaban buscase puerto seguro, Van der Decken se ató al timón y se lanzó al vendaval, cantando canciones sacrílegas. Esta altanería no pasó desapercibida a Dios quien en persona se apareció en la cubierta, tras abrirse paso con su luz entre la cúpula de nubes y se encaró con el holandés, al que acusó de disfrutar con el mal ajeno, por lo que le castigó a navegar eternamente, convirtiéndose en negro presagio y señal de muerte para los que tuvieran la desdicha de divisar su carraca. Sólo se alimentaría de hierro ardiente, y su única bebida sería la hiel. Su única compañía sería su grumete, al que le crecerían cuernos y fauces de tigre -nos imaginamos la cara del pobre chaval al oír eso, ya que su papel hasta ahora había sido meramente testimonial- y jamás encontraría puerto ni descanso.

La historia del Holandés Errante, surgida entre y defendida por la gente de la mar, tiene como marco uno de los lugares en los que el ser humano es más vulnerable; el océano. En tal escenario se observan entre los hombres las mayores muestras de valentía, pero no se tolera la soberbia. Todo lo que provenga de algo tan enorme y desconocido como el mar se convierte en un misterio, en un peligro inmediato. Tales deben ser las visiones de pecios, de barcos abandonados por su tripulación, que, de alguna manera, continúan navegando esclavos de las corrientes. Los testimonios de estos avistamientos pudieron nutrir las primeras versiones de los barcos fantasmas; ¿qué puede ser, sino maldito, un barco de velas desgarradas y cubierta chirriante en el que no se detecta marinero alguno? En la ficción, el espacio ha heredado del mar las características de inconmensurabilidad y misterio, y la presencia de una nave sin formas de vida flotando, enorme y vacía, se ha convertido en un lugar común en novelas y películas, habitado por extraños seres o por seres adimensionales con los que el ser humano nunca debería haberse cruzado.

La del Holandés Errante es, como buena historia, tanto un relato de terror como una fábula sobre la moralidad. Se repudia con esta historia la arrogancia y la blasfemia; la osadía se convierte en imprudencia y se castiga al hombre que quiere sobrepasar límites que le están vetados. En algunas versiones se añade la vuelta del Holandés a tierra cada cierto tiempo, o la posibilidad de que los tripulantes de la nave (cuyo número también varía según quien cuente el relato) se comuniquen con otros marineros, a los que dan mensajes agónicos y desesperados. Estas interpretaciones añaden a la maldición un nuevo elemento, la culpa, pero también se abren al arrepentimiento y, con ello, a la redención. Como muchos grandes villanos, el Holandés Errante se merece nuestro terror, pero también nuestra misericordia.

Mientras sigamos reconociendo nuestros límites, mientras respetemos y aceptemos que existe lo insólito y lo inabarcable, se seguirá contando esta historia. La historia de un misterio dentro de otro misterio. El Holandés Errante y el Océano.

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Comentarios
  1. Mi problema con el Holandés Errante es que una vez lo ví en un cómic de Super Lopez, y desde entonces ya no tengo tanto miedo a su leyenda.

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